El momento de hacerlo es después de la floración y antes de que comience el frío, por eso suele hacerse al principio de la primavera o el otoño.
Para realizar la poda con éxito se necesitan unas tijeras específicas para ello. Podemos encontrarlas en cualquier ferretería o tienda dedicada al jardín y han de estar bien afiladas. Los cortes que realicemos han de ser en bisel y un centímetro por encima de una yema o futuro brote.
El primer paso sería retirar las ramas muertas y las flores marchitas. Si dudamos si una rama está viva o muerta, podemos hacer un pequeño corte, si detrás de este vemos que el color es blanco es que sigue viva, por el contrario si es marrón debemos retirarla.
Posteriormente, podemos retirar las ramas que crecen desde la raíz pero fuera del tronco principal del rosal. Estas son de un tono verde más claro que las demás y sus hojas son más pequeñas, no darán flores y se alimentaran de los nutrientes que necesita la planta. Lo apropiado es cortarlos desde la inserción, o lo que es lo mismo, a ras de la tierra.
Finalmente podemos retirar las ramas más débiles, es decir, aquellas con muy pocas yemas en comparación con las más fuertes y principales que suelen tener cuatro o cinco. Siempre conservaremos las ramas más grandes, las cuales forman la estructura base del arbusto.
Si queréis saber más sobre cómo conservar vuestros rosales os aconsejamos que visitéis: cuidados del rosal.